Reproduzco a continuación una parte del Capítulo 7 de mi libro «Historia de mi Banda», en la que se relaciona una historia divertida sobre el rodaje de mi primer spot para televisión, protagonizado por el famoso actor Paco Rabal en el año 1972. La foto que ilustra este post reproduce un poema publicado por Paco Rabal en el diario ABC el 22 de abril de 1994, que hace referencia a ese spot y que pone de manifiesto los contrasentidos éticos de un entrañable y simpático comunista de salón.
Capítulo 7 de mi libro “Historia de mi Banda”
“La campaña más importante que realicé en McCann fue el lanzamiento de Gillette GII, el sistema de doble hoja que revolucionó el mundo del afeitado. Hasta la aparición de la doble hoja de Gillette, todos los hombres del mundo se afeitaban con las famosas hojas de doble filo. Aquellas clásicas hojas de afeitar con las que los niños de mi generación sacábamos punta a los lápices o hacíamos figuritas con las gomas de borrar. Las mismas hojas que se comían los tragasables en los espectáculos circenses y con las que se cortaban las venas los suicidas. Esas hojas que en España se vendían con nombres poéticos como Palmera Oro Acanalada y que, después de la llegada de las multinacionales, adoptarían el nombre genérico de Gillette. Todas esas hojas tuvieron los días contados desde el momento en que la compañía Gillette inventó la doble hoja.
La primera afeita, la segunda apura., Ése fue el eslogan que escribí para condensar los beneficios del nuevo sistema con el que cualquier hombre obtendría un afeitado perfecto. “Como Vd. no ha conocido jamás.” Una sencilla demostración gráfica en cuatro viñetas explicaba cómo las dos hojas de filos enriquecidos con platino se deslizaban por la cara a la vez. “La primera hoja corta el pelo de la barba a ras de piel y mientras lo corta tira de él hacia fuera. Una vez cortado, el pelo tiende a retraerse rápidamente hacia el poro. Pero, sin darle tiempo a que lo haga, la segunda hoja lo corta otra vez.”
Así de fácil. Casi la pura información del producto, sin más artificios, sintetizada al máximo para hacerla comprensible a todos. Porque cuando un producto es una revolución, es ya una noticia en sí mismo. En ese caso la publicidad debe estar más cerca que nunca de la información, aunque siempre con un toque creativo, que en esta ocasión fue la utilización del gran actor Paco Rabal para poner imagen y voz al mensaje publicitario.
En 1972 no era frecuente ver a un actor de la categoría de Paco Rabal en la televisión anunciando un producto. Los actores profesionales consideraban un desprestigio poner su imagen al servicio de una campaña publicitaria. Pero Gillette era una marca muy importante y el dinero ofrecido por la publicidad no era fácil ganarlo con el rodaje de una película.
Paco Rabal, muy bien aconsejado por su hermano y manager Damián Rabal, aceptó protagonizar dos spots de dos minutos de duración, que rompían también con el estándar habitual de los quince segundos, que era la medida de los anuncios en aquella época. En ambos spots el actor interrumpía un supuesto rodaje, para dirigirse en primer plano al espectador y explicarle las características del nuevo producto, mientras afeitaba con él su propio rostro.
El rodaje estuvo lleno de anécdotas y todos estuvimos encantados con la profesionalidad y el buen humor de Paco. Debía rondar la cincuentena por esas fechas y, aunque ya estaba bastante calvo, se resistía a dejar de ser el galán que siempre había sido, maquillando su edad con un coqueto peluquín. Nadie fuera de su círculo íntimo conocía ese detalle y toda España pensaba que su imagen real era la misma que lucía en sus películas. Pero él debía de estar ya librando una batalla interior consigo mismo para afrontar la realidad de su imagen, que mostraría por vez primera en la espléndida película de Miguel Hermoso, Truhanes; porque en las pausas de nuestro rodaje no perdía ocasión de hacer bromas con su peluquín, llegando en una ocasión a quitárselo en un restaurante, ante el asombro de todos los presentes.
También protagonizó junto conmigo un happening callejero en plena plaza de Puerta Cerrada, en el corazón del viejo Madrid, cuando mi viejo Volkswagen escarabajo se negó a seguir funcionando. Paco, que viajaba conmigo, se empeñó en empujar el coche hasta la entrada de un taller cercano. Yo me resistí todo lo que pude, pero finalmente tuve que ceder ante su insistencia. Y el espectáculo de un Paco Rabal, con un llamativo abrigo de ante, empujando un destartalado cacharro, produjo la lógica sorpresa entre los peatones, que inmediatamente se ofrecieron a ayudarle. Al final, más de una docena de personas, incluyendo un guardia de circulación de los de casco de orinal, formaron una singular comitiva que acompañó a mi viejo Volkswagen hasta un taller de la calle Segovia donde acabó sus días.
Pero la anécdota más divertida tuvo que ver con la torpeza manual del gran actor, que era incapaz de ponerse correctamente la espuma de afeitar sobre la cara mientras hablaba mirando a la cámara. Se manchaba la nariz, la boca, las orejas… Y dejaba siempre el bote de crema mal colocado en la estantería. Al cabo de muchas tomas malas, su piel y su humor se iban irritando a la par: “Esto de la publicidad es una mierda. Yo he rodado con Buñuel, con Fellini, con los mejores directores del mundo y nunca he tenido un problema como éste”.
La precisión requerida en un spot publicitario, con planos que apenas duran un par de segundos, estaba muy lejos de la libertad de acción del cine largo, donde un actor puede moverse mucho más a su aire, sin el corsé de las exigencias que conlleva el tratamiento cinematográfico de los productos.
Cuando terminó el rodaje de los spots, Paco Rabal viajó a Estados Unidos para rodar una película junto a Martín Balsam. A su vuelta, dos meses después, le estábamos esperando para rodar de nuevo los planos de la espuma, que un fallo del laboratorio había destruido al revelar el negativo. Paco casi se desmaya al recibir la noticia, pero con gran disciplina y profesionalidad, además de buen humor, afrontó la tortura de la espuma una vez más. Y esta vez funcionó todo de maravilla.
Los spots quedaron redondos y su emisión fue todo un éxito, marcaron además un hito en la pequeña historia de la publicidad española, al ser la primera vez que un actor de su categoría prestaba su
imagen en televisión para el lanzamiento de un producto de consumo. Gillette GII era un producto destinado al éxito. Lo hubiera conseguido igual con o sin publicidad, porque se trataba de una auténtica revolución en el mundo del afeitado.
La publicidad en esta ocasión sirvió para acelerar todo el proceso, para despertar en el consumidor una fuerte expectativa y una gran apetencia por el producto. Después de la aparición de Paco Rabal en los spots, todos los hombres querían probar la nueva suavidad y el apurado perfecto que prometía la campaña. Y eso supuso un gran problema para la compañía Gillette, que había cometido el error de no prever el extraordinario éxito de su producto.
La demanda fue brutal. Todos los detallistas querían disponer de un gran stock de maquinillas y las fábricas de Gillette no daban abasto para satisfacer la demanda. En aquel momento, sólo una fábrica proveía a todos los mercados de Europa y su producción no era suficiente. Cientos de miles de usuarios se quedaron con las ganas de probar el afeitado de doble hoja en los primeros meses, por lo que muchos detallistas se enfadaron con la compañía Gillette, que era incapaz de servirles sus pedidos.
Afortunadamente, el problema se solucionó en unos meses y las ventas posteriores compensaron a los detallistas insatisfechos. Pero en McCann y en Gillette tuvimos que aprender la lección de que también se puede morir de éxito.”