En contra de lo que pudiera pensarse, los pasajeros de las líneas aéreas low cost no son necesariamente personas de bajo poder adquisitivo, sino personas más sensibles que los demás a los temas de precio.
De hecho, un estudio elaborado por el Ministerio español de Comercio, Industria y Turismo hace unos años puso de manifiesto que la mayoría de viajeros low cost pertenecían a las clases media y media alta, con una edad entre 25 y 44 años y estudios superiores en la mayoría de los casos.
Su denominador común, aparte de la edad y el poder adquisitivo, era el uso intensivo de Internet. Contrataban sus vuelos online, ahorrándose todo tipo de intermediarios, y en sus viajes de trabajo o turismo mantenían un nivel de gasto similar al de los viajeros de líneas tradicionales, ya que lo que ahorraban en el vuelo lo gastaban después en restaurantes, ocio y compras diversas.
Así pues, no se trataba de necesidad de ahorrar, sino de una manera distinta de gastar el dinero.
Cada vez con más frecuencia la misma persona puede ser compradora de productos baratos y de productos de alto precio.
De hecho, según datos aparecidos recientemente en la prestigiosa revista The Economist, el descenso en la compra de artículos de precios medios es vertiginoso.
El mercado se polariza entre productos de lujo y productos de bajo precio. La gente de clase media ahorra en muchos artículos de uso cotidiano, para permitirse de vez en cuando el capricho de poseer un artículo de lujo, o de realizar un viaje de ensueño.
Tamara Mellon, fundadora de la marca de zapatos de lujo Jimmy Choo, relataba hace poco en una entrevista que una de sus clientas más fieles es una trabajadora de una fábrica del norte de Inglaterra, que ahorra durante todo el año para comprarse cada mes de diciembre un par de zapatos de la marca.
Ahorrar comprando gangas en los productos cotidianos y gastar después en algunos caprichos de lujo es la nueva filosofía del consumidor.
Solamente los muy muy ricos, poseedores de inmensas fortunas, escapan a esta nueva regla. Ellos prefieren seguir demostrando al mundo que son los más poderosos, consumiendo productos, servicios y experiencias que les están vedadas al 99% de los mortales.
Ellos huyen de lo que se ha llamado «massclusivity», «exclusividad para las masas», que hoy día está prácticamente al alcance de cualquiera, para refugiarse en los cuarteles de invierno de lo realmente prohibitivo para los demás.