Una de las características más importantes de Internet es que ha disparado la curiosidad innata de los seres humanos. Como nos reveló Aristóteles, todo hombre por naturaleza desea saber. Es un instinto natural que afecta no sólo a la especie humana, sino a todo tipo de animales. Un instinto de supervivencia que incita a conocer todo aquello que nos es ajeno, y que en el ser humano resulta además imprescindible para su desarrollo, ya que en ese instinto se basa toda la capacidad de exploración que ha guiado desde siempre a investigadores, aventureros, científicos, conquistadores y creativos de toda condición.
El famoso científico Albert Einstein se manifestó en varias ocasiones sobre la curiosidad, llegando a decir de sí mismo: «No tengo talentos especiales, pero sí soy profundamente curioso», adjudicando a la curiosidad un papel decisivo en el desarrollo de sus geniales capacidades. Incluso llegó a calificar esa peculiaridad de su carácter como «la infantil curiosidad del genio», asegurando que se trata de una cualidad imprescindible en todo proceso de creación e innovación.