Los productos son cada día mas similares entre sí. Sus diferencias sucumbieron a los avances tecnológicos y ya no cuentan con argumentos racionales suficientes para convencer a los clientes de los beneficios de su compra.
La calidad, cuando se trata de productos fabricados por empresas conocidas, se les supone, y la variable de precio apenas les vale para posicionarse en un rango determinado de la oferta general, que sirve de guía al comprador para orientarse en relación con sus posibilidades económicas.
La auténtica variable que determina hoy día la compra es la relación emocional que el cliente tiene establecida con la marca, esa relación que conlleva una potente identificación con los valores que la marca representa y que produce la fidelidad del usuario.
Sin duda, las viejas estrategias orientadas hacia el producto deben dar paso a las nuevas estrategias de orientación al cliente. No hacerlo así significa poner en riesgo el presente y el futuro de las compañías.