El ritmo de la vida se dispara en comparación con solo unos cuantos años atrás. Las relaciones humanas son cada vez más transitorias y se difumina en ellas el concepto de compromiso. La gente ha dejado de pensar en un trabajo para toda la vida, y cada vez es más proclive a cambiar de ciudad, e incluso de país, en busca de una mejora de sus condiciones laborales.
Por otra parte, los avances tecnológicos imponen cada vez más la cultura del «usar y tirar». Y la aceleración de los cambios no ha hecho más que empezar y todos, empresas e individuos, nos tendremos que adaptar a ellos sin remedio.