Los seres humanos somos esclavos de nuestras rutinas y de nuestra experiencia, y nuestra creatividad se ve coartada por la costumbre de recurrir siempre a los lugares comunes y a las respuestas correctas. Albert Einstein dejó escrito que “la imaginación es más importante que el conocimiento”, lo que pone de manifiesto que no nos sirve de mucho acumular conocimientos, si no somos capaces de desarrollar también nuestra imaginación para sacarles partido de una manera eficaz.
Todos llegamos al mundo con un bagaje creativo espontáneo que, en teoría, nos permitiría afrontarlo todo desde una perspectiva única, diferente a la de los demás seres humanos y, por lo tanto, capaz de llevar a cabo un proceso de innovación continuo en todos nuestros actos. Sin embargo, la sociedad, para integrarnos, nos enseña reglas de conducta y comportamientos similares a los de todos nuestros semejantes, lo que poco a poco va minando nuestra capacidad de ser distintos y nos va imponiendo pautas de experiencia común y de rutinas compartidas. Parece que individuo y sociedad fueran dos conceptos antagónicos, pero la sociedad avanza sólo gracias a la fuerza creativa de los individuos y por eso es muy importante que éstos sean capaces de desarrollar su potencial creativo.
Para adoptar una actitud creativa, debemos empezar por asumir que todo es cuestión de perspectiva y que las cosas pueden ser o parecer distintas dependiendo de nuestro propio ángulo de visión.
Hay tres conceptos claves para desarrollar la creatividad:
• No confiar exclusivamente en la experiencia.
• No admitir nada como único y definitivo.
• Desarrollar la imaginación a través de la producción constante de Asociaciones.
Siguiendo estas reglas, y siendo conscientes de que la creatividad es una actitud, podremos desarrollar nuestra creatividad hasta límites que nunca hubiésemos sido capaces de imaginar