La creatividad es tan poderosa que puede convertir un nombre cualquiera en una marca y a veces es capaz de hacer milagros incluso con las marcas que nacen con todo en contra. Por
ejemplo, imaginen que queremos introducir en el mercado una cerveza senegalesa, un coche venezolano o un whisky griego. Parece imposible, ¿verdad? Pues los suecos lograron comerse el
mercado americano y muchos otros después con su vodka Absolut. ¡Otro milagro de la creatividad! Una fuerza capaz de transformarlo todo, incluso con las marcas de nombres imposibles
como Schweppes, que llegan a ser populares sin que una buena parte de sus consumidores sepan pronunciarlas. De hecho, en el lanzamiento español de Schweppes, allá por los años 60 del pasado siglo, se utilizó la dificultad del nombre como leitmotiv de la campaña.
Una marca no es un nombre, ni un logotipo, ni un símbolo, ni un eslogan, ni un significado. La marca es una poderosa personalidad que nos identifica y necesita ser soportada por buenos
productos y buenas estrategias de marketing y comunicación, teniendo siempre en cuenta que no hay marcas buenas y marcas malas per se. Lo que hay es un buen trabajo de estrategia
de comunicación alrededor, detrás del cual deben estar alineados todos los elementos de la empresa.